sábado, 24 de enero de 2009

Nadie Te Amara

¿Qué haces? ¿Por qué continuas?
Seguramente no te das cuenta, siempre estamos tan lejos.
Cada día más lejos.
¿Si sabias que no me ibas a querer porque me dijiste que si?
Pensaba que esto que era más grande que mi corazón te iba a alcanzar,
Que como era lo más grande en mi vida, acortaría las distancias.
Que el amor de lejos no es lo que dicen.
Que mis llamadas y detalles te ablandarían.
No sucedió.
Lo más grande del mundo para mí se convirtió en el total opuesto.
No, no te odio.
Simplemente ya no me importas.
Quisiera darte un consejo, mis últimas palabras
Hasta que no sepas lo que quieres,
Hasta que no entiendas tu corazón
Nadie te amara.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Satisfacción



“Satisfacción”

Mi cliente me miró con incredulidad y contestó - ¿Aún queda salsa de tomate?

-Lo lamento, por el momento se nos terminó – le contesté.

Me dirigió una sonrisa casi imperceptible, la cual interpreté como un sinónimo de “buen trabajo”. El caballero se retiró y decidí continuar con mi trabajo.

-¡Siguiente! - grité. Nunca había visto a esta dama. Supongo que era su primera vez con nuestra compañía. Nunca me había tocado atender a una mujer, pero al ver su vestido Versace, sus zapatos Chanel y unos lentes oscuros de Gucci, pude inferir sus deseos. Arreglé mi tuxedo y el pin con mi número y me dirigí a la compradora.

- Buenas noches, bienvenida a Bond Burger, soy setenta y cinco ¿le interesaría el paquete cinco con papas y refresco? – la mujer dio una ligera carcajada.

- Eres bueno, pero no tanto. – me dio su tarjeta de cliente frecuente y la deslicé por el lector. Su perfil indicaba que era una clienta asidua de una de nuestras sucursales al otro lado del país. En realidad tenía unos gustos excéntricos para mis estándares.

- Hoy quiero intentar algo diferente, ¿qué me recomiendas? – me dijo.
Estaba seguro que iba a querer el cinco, pero por su historial pude ver que le encantaba el siete ligero y el muffin de desayuno con capuchino de vainilla. En efecto, su primer compra había sido el cinco sin refresco, pero el gran número de pedidos me hizo respetar a esta clienta aún más. Observé la imagen en la pantalla y empecé a contemplar qué recomendarle.

Le di varias opciones, las cuales rechazaba con elegancia. Le ofrecí el dos con ensalada, muy tardado; el siete con agua mineral, poco original; once con extra queso, muy ortodoxo; el nueve de pescado, de muy mal gusto. Pensé en ofrecerle el ocho de pollo con limonada, pero no, no quería arruinar otro uniforme el mismo día. Viendo que nada del menú actual satisfaría a esta mujer, decidí ser creativo.

- Estamos trabajando en una nueva adición al menú, aún está en etapa de prueba, pero podría interesarle – le mostré el borrador de la entrada del catálogo para la nueva orden. Su rostro se iluminó al leer la descripción de la preparación del número doce con papas.

- ¡Es perfecto! – me dijo, aplaudiendo silenciosamente. Entonces cambió su expresión, lo que indicaba que pensaba, y continuó - ¿puedo pedir cambio a aros de cebolla? – Me quedé perplejo. Nunca se me hubiera ocurrido esa combinación.

- No creo que haya problema – le dije. –Pero como aún está en etapa de prueba, no garantizamos que el tiempo de cocción sea muy exacto, por lo que puede tardar alrededor de dos horas -.

- Oh, – contestó. – Bueno, no hay prisa, creo que podré lidiar con él una semana más, aún tengo que enganchar al siguiente, esperaré. –

Le entregué el recibo después de cobrar el anticipo. Me alisté para ir a buscar a mi presa. Antes de salir del restaurante, vi la gran fila de clientes por atender y decidí que no podía dejar mi caja cerrada. Encendí mi comunicador y marqué.

- Noventa y nueve – dije.

- ¿Sí? – me contestó.

- Cincuenta y ocho, ochenta y seis y setenta y dos no pueden atender a todos, atiende mi caja mientras estoy fuera.

- Por supuesto – me dijo alegremente. En el fondo escuché unos gemidos de decepción. Supongo que 69 y 54 aún no creían que 91 y 95 estaban listos. Salí.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Tortura



“Tortura”

Rojo. Rojo carmesí. Rojo carmesí remojando mis manos. Rojo carmesí remojando mis manos que temblaban mientras el olor a ácido se esparcía por el lugar y el aroma de la carne quemada me enfermaba. Me encontraba arrodillado, en estado catatónico con un cuchillo en mi mano derecha y en el centro de un mar de carne destazada. El aceite que hervía me crispaba los nervios mientras el cadáver se retorcía.

Una parte de mí quería gritar. La otra se regocijaba en la euforia. El cuchillo seguía goteando. No sabía qué hacer. Los olores me mataban, me excitaban, me ponían lágrimas en los ojos y me hacían reír. Me encantaba mi trabajo, pero en todos mis años en la organización, jamás había tenido una experiencia tan desastrosa. Mi cliente esperaba respuesta de su encargo y yo sólo podía mantenerme en silencio mientras contemplaba el resultado de mis acciones.

No sé cuánto tiempo me quedé paralizado, pero los gritos de la mujer que entró por la puerta, me sacaron de mi trance. Se le había cortado la respiración al observar la escena. Supongo que lo que más le impactó fueron los residuos de cristal regados en el piso. Pero pudo recuperarse de la imagen enseguida. No esperaba menos de la 99, desde su primer día de entrenamiento era fría cuan enfermera del seguro social.

-“Setenta y cinco, esto no le gustará al jefe” me dijo mi compañera.
Ignoré la mención del 21 y me concentré en el comprador. -“¿Aún está afuera?” -pregunté.

-“Sí, te está esperando”.

-“Dile que me dé cinco minutos”.

-“Bien, pero recuerda lo que me dijiste hace mucho: si haces esperar mucho al cliente, se pierde la venta” -. La 99 se retiró y decidí tomar la iniciativa de limpiarme y hacerme presentable para el interesado. El agua ayudó a lavar las manchas de mi rostro, pero no me fue posible deshacerme de la esencia de ácido y carne quemada. Me quité la ropa y me puse un juego limpio del uniforme de la compañía.

Admirando el desastre provocado y resignándome a recibir el posible reproche del 21, puse mi frente en alto y atravesé las puertas. En efecto, mi cliente seguía esperando a que se consumara su orden. Se veía la desesperación en su rostro. Solía contratar a nuestra compañía con frecuencia, por lo que temí que la tardanza lo haría recurrir a la competencia. Rápido pensé en una manera de compensar mi falta de profesionalidad y dije:

“Lo lamento, su orden tardará unos minutos más, ¿le puedo ofrecer unas papas cortesía de la casa?”.

Llegué a la conclusión de que no sería ascendido ese día.

sábado, 11 de octubre de 2008



Siento que me falta inspiración en estos momentos...me pregunto si podré completar la cuota antes de tiempo...

sábado, 20 de septiembre de 2008

God of War

Me encontraba en medio de ese gigantesco desierto, perdido a la mitad de la nada, asombrado de la vista frente a mí: el último titán, Kronos, levantando una gigantesca roca atada a su espalda. Me armé de valor y salté sobre él con todas mis fuerzas, decidido a conquistar el desafío. Se sintió como una eternidad trepar hasta la cima del Templo de Pandora, pero lo conseguí, sin saber que recorrerlo me tomaría una cantidad de tiempo equivalente. Una vez dentro, me encontré ante el acertijo de los Anillos de Pandora, llenos de trampas y monstruos irreconocibles esperando para detender a cualquier invasor: gárgolas, harpías, guerreros de muchos tipos, medusas, fantasmas, minotauros con hachas, golems con marros, cerberos y muchas otras bestias que no sé nombrar.

Maldigo al arquitecto. Atravezar este laberinto es molesto y complejo, pero gracias a la ayuda de Poseidón, pude atravezar entre cuartos inundados hasta una gigantesca puerta. Un minotauro de 20 metros con armadura imponente aparece frente a mí. Es una pelea feroz, pero situado justo detrás hay una gran ballesta automática que dispara troncos. Una vez que logré destrozar su armadura, lo encajé a la puerta con un tronco de 4 metros, rompiendo un hueco lo bastante grande para dejarme pasar.

La cantidad de enemigos crece en cuanto avanzo. Hades aparece en mi ayuda y me designa el poder de su ejército de muertos, gracias al cual consigo llegar hasta la cima del templo, sólo para ver que aún necesito atravezar media montaña que estorba mi camino. Colgándome entre la vida y la muerte, ninguna bestia logra detenerme. Al atravezar la montaña vuelvo a otro cuarto en el templo, donde el piso se mueve hacia paredes con picos, lanzallamas escondidos en cada pilar y enemigos alados infestando la habitación. La barrera se destruye una vez elmino a todos, conduciendome hasta mi objetivo: La Caja de Pandora.

Atena me felicita por haber logrado mi cometido. El suelo cae y la habitación se traslada hasta la entrada del templo, ahora sólo ocupo llevarme la caja hasta Atenas, pero Ares estaba vigilando, y antes de que sea una amenaza me dispara una estaca desde Atenas, que me atravieza por el abdómen y me clava en una pared. Mi vida se sale poco a poco, y mi cuerpo es arrastrado por Hades, ese traidor ahora quiere llevarme y me tira hacia su reino, pero Atena me da fuerzas y me cuelgo de un esqueleto extraño que flota en el inframundo. Subo por donde encuentro atravezando peligros inimaginables, almas muertas al servicio de Hades que tratan de decapitarme y guillotinas por todas partes. Continúo trepando hasta salir del infierno. Reconosco este lugar, es el templo en Atenas donde ese viejo estaba cavando hace unos días. Es imposible que un simple viejo abriera un hueco al otro mundo, lo más probable es que haya sido Zeus dsfrazado. Me he salvado.

Estoy de vuelta en Atenas. Ares sigue ahi, encima de una ciudad devastada por su poder, ese gigante invencible tiene la Caja de Pandora en su mano, colgando de una cadena. Mientras está distraído maldiciendo a los dioses rompo la cadena y tomo la caja de sus manos. Al abrirla fluye hacia mi el poder necesario para vencer a un dios: mi cuerpo crece tan gigante como el de Ares. Enfrentarse al dios de la guerra es la pelea más difícil que he tenido, pero a estas alturas no puedo perder.

Lo golpeo incesantemente hasta hacerlo caer, pero antes de darle el golpe final me atrapa en una ilusión: Entro a una casa, reconosco este lugar. Mi esposa e hija están frente a mí. Las visiones vuelven, me acosa el recuerdo de esa sangrienta noche en que perdí mi humanidad. Frente a mí aparecen fantasmas míos tratando de matarlas, pero esta vez no permitiré que ocurra así. Peleo contra mis sombras pero continúan apareciendo, un centenar de mi contra mi, y necesito salvar a mi familia. Es la pelea más dolorosa que he tenido, pero gracias al poder que me otorgó Hades logré superarlos.

Ares no permitirá que salga victorioso. Mis espadas salen disparadas a ambos lados, y se desprenden de mis brazos. Las mismas espadas que Ares encadenó a mis brazos aquel día que me convertí en su exclavo ahora vuelan hacia mi esposa e hija y las destazan nuevamente mientras yo estoy indefenso. No pude cambiar la historia, volvieron a morir por causa de mis espadas. Ares, de no haber sido suficiente que me hicieras matarlas, ¡ahora lo repites privándome del poder que tú mismo me otorgaste!

Salgo de la ilusión, mi familia murió ya hace tiempo, pero mis espadas realmente se fueron, y Ares está frente a mí listo para matarme. Corro hacia la estatua de Atena y tomo su gigantesca espada dorada. Con la ayuda de todos los dioses he llegado hasta aquí, ahora es mi propio poder el que derrotará a Ares. Peleamos hasta que lo hago caer, sus últimas palabras: "Yo sólo quería convertirte en un gran guerrero", yo le contesto "lo has conseguido" y encajo la espada por su garganta, dándole fin.

El poder de la Caja de Pandora me abandona y vuelvo a mi tamaño normal. Atena me engañó, aunque haya perdonado mis pecados, sigo teniendo las visiones y la memoria que me atormenta tanto. Ya que vencí a Ares, los dioses me han abandonado. Para huir de mi tormento, no queda más que morir. Me lanzo del acantilado más alto de Atenas, buscando morir y terminar ahí, pero Atena me niega incluso eso. Levanta mi cuerpo hasta la cima de nuevo y me dice: "No puedo permitir que un campeón como tú, que ha hecho un servicio tan grande para nosotros, muera. Has eliminado a Ares, el dios de la guerra, y ahora queda su trono vacío. Ese trono es tuyo." Atena me otorga espadas encadenadas a mis brazos como las que Ares me había entregado. Abre las puertas del Monte Olimpo y subo hasta el trono. Yo soy Kratos, el nuevo Dios de la Guerra.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Sobre Goya...

El Fuentedetodos murió bajo el quitasol. De su voz sólo quedó el eco de una risa decimonónica.

À midi

Mis ojos se movían rápidamente, la temperatura aumentaba, sentía el sudor en todo mi cuerpo...y no dejaba de ver los colores.

Casi como un loop infinito, donde te ves a ti mismo viéndote a ti mismo y así sucesivamente. Si lo tuviera que explicar, diría que era como el video de Ting Tings.

¿Qué más daba? Era mi día de spacing out, día de no hacer nada, de tomarme un break de la realidad. Y éso es lo que estaba haciendo.

Necesitaba agua, pero no quise abandonar mi pose.

Me pregunto si así se sentirá la resaca.